Capítulo 66
Capítulo 66
Capítulo 66 Original from NôvelDrama.Org.
–Le conseguiré un paraguas –ofreció Anastasia al notar que la lluvia no se detendría pronto.
–Pasaré la noche aquí –contestó Elías con un tono firme, aunque algo divertido.
—¿Por qué? —cuestionó Anastasia, sorprendida.
– Porque Alejandro me necesita.
Como para dejar su punto claro, Elías acarició la cabeza de Alejandro con su mano, actuando como si fuera alguna divinidad guardiana. El pequeño le vantó la mirada hacia él y, con una expresión suplicante, pidió:
– Señor Palomares, a mi mami y a mí nos aterran los relámpagos y los truenos. ¿Puede quedarse, por fav or, y mantenernos a salvo?
–De ninguna manera, Alejandro. Soy más que capaz de cuidarte durante la tormenta – intervino Anastasia de inmediato.
– ¡Pero a ti también te dan miedo los truenos, mami! – replicó Alejandro, exponiéndola sin ninguna consideración.
–No me dan miedo, solo…
Pareció que el universo estaba en su contra porque, mientras se intentaba explicar, otro grupo de relám pagos destellaron por el cielo y la noche. Como siempre, fueron seguidos por fuertes truenos que reson aron por todo el lugar. Ella tembló mientras se cubría sus oídos. Se esperó a que el trueno pasase para mirar
a Elías. Alcanzó a ver como sus ojos brillaban divertidos por la situación. Se sonrojó y, entre dientes, dijo :
– Lo que quiero decir es que no se puede quedar aquí. No es lo más conveniente para ninguno de nosotro s.
–Me retiraré en cuanto los truenos se detengan –insistió él.
–Está bien. No es como si pudiera volver a su carro, de cualquier forma, considerando la tormenta de afuera.
Anastasia accedió, resignada, al ver como Alejandro se aferraba a Elías. Tomó a Alejandro y salió de la sala para dirigirse a su cuarto. Cuando entró, vio la ropa interior de antes y se sentia como una bufona.
«iDe todo lo que se pudo haber caído del montón de ropa, tuvo que ser la ropa interior!».
Los truenos no cesaban y la tormenta afuera continuo. Incluso hubo una alerta de clima y se les solicitó a todos que se quedasen seguros en sus casas porque la tormenta continuaria toda la noche.
«No puedo dejar que se quede toda la noche, ino es así? Si la gente se llega a enterar de que pasó la noche en mi casa, ilos rumores y los chismes se esparcirán como pan caliente!».
Peor aún, no tenía cómo acomodarlo dentro de la casa. El departamento tenía espacio limitado y no hab ia ningún cuarto adicional en donde Elías pudiera quedarse. Las únicas camas eran las de Alejandro y la suya. Por fortuna, los truenos fueron menguando y la tormenta se fue calmando.
Anastasia se llevó a Alejandro al baño para que lo pudiera preparar para la cama. Poco después, ella sa lio de ahí con la mayor parte de sus ropas empapadas debido a la ducha del pequeño. Dejó a Alejandro en la sala y decidió que ahora ella se meteria a bañar. En ese momento, su teléfono sono con una nuev a notificación, pero fue su hijo quien se acercó a revisarlo.
–Es un mensaje del señor Miguel! –exclamó con sorpresa y alegría.
Elías entrecerró los ojos mientras se agachaba para leer el mensaje de Miguel. Era obvio que lo había mandado preocupado, puesto que decía:
Anastasia, Alejandro y tú se encuentran bien? ¿Necesitas que vaya a hacerles compañía?».
Alejandro no sabía cómo contestar el texto, así que dejó el teléfono y se puso a jugar con sus Legos de nuevo. Elias tomó el celular rosa entre sus largos dedos para comenzar a escribir una respuesta.
No es necesario».
No obstante, eso no detuvo a Miguel y continuó entusiasta.
Sabes que me importan tú y Alejandro, Anastasia. Iré en este momento, qué te parece?» «No puedes ve nir. No sería correcto que vinieras en este momento».
Elias le respondió, pero era notorio que su mirada se ensombrecia entre más insistía el otro.
¿Por qué no sería correcto? Me llegué a quedar muchas veces en tu casa cuando estábamos en el ertra njero, de acuerdas?».
–¿A cuál base llegaron? ¿Hasta qué nivel llegaron?» se preguntó Elías. Su expresión era tan sombria como la torm
Antes de que pudiese contestar, llegó otro texto de Miguel.
“Anastasia, todo lo que necesitas hacer es decirme que sí y sería más que feliz en cuidar de ti y de Alejan los dos».
La confesión sincera de su primo hizo que Elías se quisiese morir por dentro. Hizo una mueca de desagrado y dejó el teléfono sobre el sillón. Ya no leería más. Se levantó y an fotografias en un estante.
Una de ellas tenia a Anastasia y Miguel con él. Alejandro se encontraba sobre los hombros de el y cualquiera que no los conociese podría pensar que se trataba de una foto familiar. La que Alejandro entró cansado al cuarto. Se estaba frotando los ojos mientras le comentaba:
–Quiero ir a la cama, señor Palomares.
–Ven aquí.
Elías se agachó y lo tomó en sus brazos. Similar a como si lo hubiese tomado su madre, Alejandro se rel acurrucaba. En ese momento, Anastasia había terminado de lavarse y secarse el pelo. Salió del baño y p por ellos esa tarde, tanto que ahora se había convertido en un niñero repentino en unas cuantas horas.
Al notar que ella se acercaba, Elías se llevó un dedo a sus labios, indicando que se mantuvieran en silen
–Llevémoslo a su cama.
Elías la siguió hacia el cuarto mientras cargaba al pequeño. Al llegar ella tomó al niño de sus brazos. La c urgencia salvaje se apoderaba de él al registrar el carisma natural y seductor de la mujer. Sintió que su co